I´m from Líbano
¿Where are you
from? Le pregunté...
- Damián Jiménez Viruez | Facebook
I´m from Líbano ¿Where are you from? Le pregunté con mi pésimo inglés; tenía la regla en la mano y dudó entre darme un regletazo o responder a mi pregunta; me miró y vi en su mirada tristeza, y no era tristeza por el almohadillazo que le acababa de estampar en el cuello o por el acostumbrado cerco que le hacíamos sus alumnos, era una tristeza llena de recuerdos, tiró la regla a un lado y se sentó en el banco, mientras miraba los enormes mangos que rodeaban el antiguo colegio Juan Bautista Coímbra, pero su mirada llena de nostalgia iba más allá de los mangos y cruzaba océanos; me respondió con un apesadumbrado -I´m from Líbano-.
Kalil Schabib, era mi profesor de inglés y tenía una paciencia infinita para aguantar las malacrianzas y salvajadas que le hacíamos sus alumnos; esa mañana mi pregunta le tocó algo íntimo y llegó justo en el momento en que su paciencia llegaba al límite; me di cuenta que algo pasaba por su mente y por esa vez no hice caso a la campana que anunciaba el recreo y al llamado de mi amigo Fernando que me desafiaba a un breve partido de fútbol; me preguntó con su pésimo castellano ¿quieres saber más?... y mi curiosidad despertó porqué yo quería saber, me interesaba mucho conocer cómo habían llegado a Magdalena aquellos a quienes nosotros generalizábamos como “turcos”.
Me contó que por los años 40 y en plena segunda guerra mundial la muerte y el hambre tocó la puerta de su familia, que mientras el mundo se horrorizaba por la muerte de millones de personas, él vivía su drama personal con la pérdida de sus dos hermanos. En esa época el Líbano servía como base de la Alemania nazi y la Francia de Vichy y vivió una sangrienta guerra con la invasión aliada…. Kalil era un adolescente de 14 años y quería huir del horror y la desesperanza; en su casa, al igual que muchas casas del Líbano no había nada para comer y sus padres no querían perder un tercer hijo y ahí tomaron una decisión heroica que le cambiaría la vida; fueron donde el juez para lograr un permiso que le permita tomar un barco y escapar del horror; al ser menor de edad y estar en guerra, era imposible expedir el permiso, así que llevaron dos gallinas que era de los pocos bienes que le quedaba a la familia y lograron el ansiado permiso -El Juez también tenía hambre-, que le permitió en un abúlico mes de febrero, después de haber cumplido sus 14 años, tomar el barco hacia la esperanza…
Cruzó el océano y llegó al Puerto de Santos en Brasil; trabajó en el puerto y en fábricas hasta que le llegó la carta de su primo Mahoma Hossen Schabib que lo invitaba a Bolivia y le daba esperanzas de una vida mejor. Llegó a Bolivia conociendo muy pocas palabras del castellano, Cochabamba fue un primer destino y al final recaló en ese simpático pueblecito de la Amazonía boliviana que sería su segunda patria: Magdalena. Me cuenta que en Magdalena las cosas fueron más fáciles; que su primo Mahoma Schabib lo ayudó mucho, que pronto hizo amigos y logró hacerse entender con su enredado castellano. Rápidamente se integró a la vida del pueblo y la amabilidad y calidez de los cambas itonamas le haría olvidar los días de hambre y horror en su Líbano.
Los días felices vendrían pronto, se casó con Nelly Arza y criarían a su hija Nezby; esas dos mujeres itonamas serían sus grandes amores; me confiesa que ir de pesca, ver el atardecer en el río Itonama; comer un buen Tucunaré asado al horno, charlar con su esposa y guiar y aconsejar a su hija Nezby son las cosas que más disfruta en esta vida.
Le pregunto si le gusta ser Profesor y cómo le hace si no habla bien el castellano, sonríe, tiene una risa agradable, bonachona; me dice -acá somos todos profesores-; los que tienen talento, los que lo hacen por necesidad y otros porque no hay nada más que hacer en el pueblo. Entiendo que en él hay una mezcla de todo, que el ser profesor le da un salario estable, pero que también el contacto con esa juventud revoltosa le agrega intensidad a su vida.
Después de aquella charla, tuvimos muchas más; me contaba cosas aisladas de su Líbano natal; me gustaba hablar de política con él y entender esa otra visión del mundo; me aclaró que él no era “turco” y que hay diferencias entre árabes y turcos; me expresaba siempre su rechazo hacia Israel y como el afirmaba la “malvada y totalitaria política sionista”; nunca más le lancé la almohadilla, pero me gustaba hacerlo renegar hablándole de Golda Meir, la histórica líder israelí; aprendí a tenerle respeto y cariño pero poco inglés…
La vida le quitó a la mujer de su vida; se llevó también a su hija y a los 95 años Kalil quiso abrazar su Líbano del alma y abrazó su tierra itonama, quiso tocar por última vez a Nelly y Nezby pero tocó el vacío…, se fue de este mundo recordando su patria, sabiendo que en esta caliente tierra beniana había encontrado su destino…
Damián Jiménez Viruez
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